"Recuerdo que esa mañana me levanté guardando la cobardía que me había acompañado las tres mañanas anteriores. Actuando por inercia. Cuando sabes que algo va a pasar, que algo horrible está a punto de suceder, sólo te dejas ir, hasta que ocurre. Recuerdo que llovía y que la mañana anterior te habían trasladado de habitación a otra más grande, éramos demasiados los que queríamos estar contigo.
Recuerdo que la noche anterior me había escapado, no hubiera soportado que nadie me hubiera deseado un feliz día en aquella situación; hubiera llorado, y no quería que me vieras llorar. Dentro de lo malo de la situación, entre la impotencia, la rabia, el dolor y el terror pasé la noche en uno de los pocos lugares en los que realmente me sentía protegida. En el único lugar de los posibles en el que creí que un “feliz día” no me hundiría del todo.
Recuerdo que entré temerosa por la puerta de la 803, ya habían empezado a dormirte, esperaste como una campeona para vernos por última vez. No me hubiera perdonado llegar tarde. Todos pensaron que los “más pequeños” estábamos demasiado tranquilos para lo que estaba pasando; en realidad, los “más pequeños” estábamos contando cuántas veces respirabas por minuto, torturándonos con cada expiración, por si era la última. Los “más pequeños” sabíamos que se iba el eje, y ningún engranaje funciona sin un eje.
Recuerdo algo más de ese día, algo que me hizo querer escaparme cada poco tiempo de aquel lugar. Todo el mundo hablaba de ti en pasado, sin embargo, tú estabas allí, ¡Seguías allí!, pero todo el mundo se estaba olvidando de eso.
Recuerdo que nos dijeron que era cuestión de horas, pero que no sabían de cuántas. Yo no pude más, no hubiera soportado esa espera en aquella habitación. Resulta que igual los que parecían más cobardes, eran en realidad los más valientes y él, la persona con la que compartiste tantos años de tu vida, se ganó un poquito de mi respeto en ese momento. Una pena que en ningún caso fuera suficiente como para compensar todo el que le había perdido en los últimos meses.
Recuerdo que cuando íbamos a irnos me acerqué a ti, te di un beso en la frente, a sabiendas de que sería el último e intenté decírtelo, o al menos susurrártelo. Aún nos oías, decían. Intenté decirte eso que siempre quisiste oír. No lo conseguí. Salí por la puerta.
Recuerdo que a las 08:11 de la mañana siguiente sonó mi móvil, “el más pequeño” me dijo: “Ya murió, ahora tienes que estar tranquila”. Los días siguientes pasaron por inercia y yo estuve en ellos por hacer algo, porque no me dejaron desaparecer, porque no me dejaron fundirme con mi cama. Y no volver a levantarme.
Ahora sólo me queda recordar. Sólo puedo recordar que jamás te dije que te quería, pese a que tú me lo decías todos los días. Te Quiero."